Apostillas 10 - Crisis Argentina, Una visión cristiana

 

Apostilla n°10
Crisis Argentina
Una visión cristiana

 

   Dios que descanse en su trono del cielo, los hombres que se ocupen de las cosas de la tierra.

   Podría sintetizarse así una de las influencias de la fisiocracia del s. XVIII (Gournay, Quesnay, Turgot). Conocida es la recomendación de esta escuela: "laissez faire, laissez passer, le monde va de lui" (dejad hacer, dejad pasar, el mundo marcha solo). Dos errores doctrinarios respaldan este aserto.

   Primero: del lado de los hombres, exalta la libertad natural de los individuos y de las sociedades, censurando, en consecuencia, la intervención del Estado y de las estructuras artificiales, como los sindicatos y las corporaciones. El Estado queda reducido a un simple "gendarme", guardián de las libertades individuales y los sindicatos y corporaciones son proscriptos, lisa y llanamente. Este principio es el antecedente de la ley Chapelier (1791) que prohibió estas estructuras, menos la del Estado que se aceptaba como mal necesario.

   Segundo:
del lado de Dios, afirma una separación e independencia total del orden temporal respecto del espiritual y eterno. Niega, en consecuencia, una acción concreta de la divina Providencia en el mundo y gobierno del mismo. El hombre es el providente y único gobernante. Se produce una apropiación prometeica de atributos divinos y las ideologías adquieren un carácter mesiánico.

   Demás está decir que esta mentalidad también ha penetrado en vastos sectores católicos, sea de gobernados o de gobernantes. ¡Cuántos aceptan que la "democracia" salva, que el "mercado" por sí solo resuelve todos los problemas! ¿Apelar a Dios? ¿para qué si todo depende de nosotros?

   Existe una conciencia generalizada (¡globalizada!), no solo en Argentina sino en todo el mundo, de que el hambre, el mal y la paz se resuelven con las solas fuerzas del hombre y sus instituciones y de que todos los problemas se reducen a un plano económico y temporal.

   Así lo han entendido también algunos movimientos católicos y protestantes, sin abrir juicio sobre las intenciones de sus actores, como la "Teología de la liberación". Para muchos, si Jesús hubiera convertido las piedras en pan, como lo tentaba Satanás, hoy todo el mundo sería de El. Si, en vez de multiplicar los panes y los peces una vez, lo hubiera hecho en todos los lugares en que hubiere pobres, su Iglesia sería la más aceptada.
Esta visión de lo temporal revela una miopía intelectual y una deficiencia cristiana muy seria para juzgar la historia y, en concreto lo que está sucediendo. Enseña el Concilio Vaticano II: " Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el hombre se nota incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas. Pero el Señor vino en persona para liberar y vigorizar al hombre, renovándole interiormente y expulsando al príncipe de este mundo, que lo retenía en la esclavitud del pecado. El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia plenitud" (1).

   Lo lamentable de esta mentalidad tan difundida, al rechazar la ley eterna por la que Dios gobierna al mundo y lo dirige al fin que se propuso al crearlo, deja sin sustento la ley natural, aplicación de aquella, imposibilitando la sustentabilidad de un auténtico Estado de derecho.

   Esta derivación no es gratuita, pues el sucedáneo encontrado para suplir la ley eterna, disposición de la Sabiduría divina, es la ley del número o predominio de la cantidad. De allí el proceso de masificación y el manipuleo mediático de la opinión pública. Y como la cantidad es propiedad de la materia, las masas se mueven por "choque o fricción", no por convencimiento y persuasión racional. La ley en un Estado de Derecho es, antes que nada, una norma racional y no una simple orden de la voluntad del que manda o de la mayoría.

   He aquí el desorden mundial, del cual la crisis argentina es una mínima expresión: "torres gemelas", "cruzada por el petróleo", "Israel-Palestina", "Pakistán-India", "guerra del golfo", etc.

   Sin embargo, el orden metafísico, revelado también por Dios, no puede ser ignorado por las pequeñas criaturas humanas. Más aún, y he aquí el misterio, ese mismo desconocimiento o rechazo, libremente profesado o practicado, cae dentro del campo de la Providencia y gobierno divino de la historia. Recordemos enseñanzas de quienes tienen autoridad para hacerlo:

   Expresó San Juan Crisóstomo: "Jamás olvidéis que la divina Providencia lo dirige todo a fines que ella sola conoce, y que para el cumplimiento de sus designios se vale hasta de las maquinaciones de sus enemigos, que permite al mismo tiempo que los desaprueba y castiga (...) El prodigioso misterio consiste en que los hombres por elección propia y con entera libertad se determinan a obrar del modo que mejor les parece, y al mismo tiempo son ciegos instrumentos de la Providencia, que encamina el curso de las acciones libérrimas al fin que se ha propuesto allá en sus adorables arcanos"(2).

   A su vez Juan Pablo II enseñó: "Dios actúa en la historia, aunque no aparezca en primer plano. Se podría decir que está detrás del telón. El es el director misterioso e invisible, que respeta la libertad de sus criaturas, pero al mismo tiempo mantiene en su mano los hilos de las vicisitudes del mundo. La certeza de la acción providencial de Dios es fuente de esperanza para el creyente, que sabe que puede contar con la presencia constante de Aquel que modeló la tierra, la fabricó y la afianzó"(3).

   La aceptación de esta intervención de la divina Providencia en la historia humana fundamenta la esperanza del cristiano, y, como tal intervención respeta el libre accionar del hombre, éste y el cristiano, en especial, deberán hacer todas las cosas como si dependieran de él y esperar todo de Dios, pues realmente dependen de El, como Causa primera del movimiento creacional y como Providencia divina en el orden natural y sobrenatural que todo lo dirige "suaviter et fortiter"(4).

   La separación e independencia de lo temporal respecto de Dios y del orden sobrenatural, es la causa y raíz de cuanto sucede de malo en el mundo. La soberbia del hombre y su autosuficiencia lo están encadenando, como a Prometeo, en las rocas del Cáucaso, picoteado por los buitres. Es imperioso volver a la Cruz del monte Gólgota, y desde allí encarar las respuestas a los problemas que plantea el orden temporal.

   Argentina debe aceptar la ley eterna y la ley natural, aplicación de aquella. El ordenamiento que se ha dictado, libremente, contraría la eterna Sabiduría: violación de la propiedad privada, legitimación del divorcio vincular, leyes anticonceptivas, delitos y crímenes impunes, corrupción en la gestión pública y privada, libertinaje cultural, gravísimo descuido de la educación y capacitación que aumenta la brecha digital y el número de desocupados, etc...

   Si Dios, Sabiduría eterna que gobierna el mundo, no está en los cimientos de la reconstrucción del "ser nacional", en vano se esforzarán por hacerlo los gobernantes, partidos políticos y movimientos sociales que hoy se disputan las calles del país (5).

   Entre el orden temporal y Dios no hay confusión ni separación, sino distinción, la cual no niega la eficiencia y finalidad de la Causa Primera ni su Providencia sobre el mundo y la historia humana.

Notas:
(1) Gaudium et Spes nº 13
(2) "La Providencia", pág. 67-68, ed. Espiritualidad cristiana, San Miguel Pcia. Bs. As. 1943. Cfr. S.Tomás, I q. 22 art. 1-2-3
(3) Catequesis durante la audiencia general del miércoles 31-10-01
(4) Sagrada Escritura "...más contra la sabiiduría no hay malicia que prevalezca, abarca todo de extremo a extremo vigorosamente, y lo gobierna suavemente" (Sabiduría VIII-1)
(5) Salmo 126 –1: "Si Dios no edifica la casa, en vano se esfuerzan quienes la edifican/Si Dios no vigilare la ciudad, de balde vigilarán los centinelas".

Dr. Carmelo E. Palumbo
Director General
CIES - Fundación Aletheia

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Actualizado: Domingo, 05 de Diciembre de 2004